11 de marzo de 2011

CARTA IV

LA NAVIDAD EPOCA DE AMOR E HIPOCRESIA


Estimado amigo cristiano, en la presente voy a ser menos racional, dejaré fluir mis sentimientos que hierven al calor de la última navidad.

Me pregunto el motivo de tanto villancico, tanta luz, tanto adorno, tanto consumismo desaforado en la conmemoración del supuesto nacimiento de un ser que condenó la riqueza, y llamó al amor entre todos los seres humanos como iguales, amor que se debe manifestar en la ayuda de todos los necesitados. Necesitados que conforme a los evangelios son la personificación de dios.

La única respuesta que veo a tanto ruido, tanto consumo, tanta ñoñería de amor fraternal, es acallar conciencias y enturbiar los sentidos, para ocultar que las iglesias cristianas con sus hechos predican la antitesis de los evangelios. Una conmemoración que debería mover, a los cristianos, a reflexionar, tomar conciencia de las injusticias que sufre la mayor parte de la humanidad, se convierte en un periodo en el que dichas injusticias aumentan.

De las iglesias cristianas, la que mejor conozco es la católica, ya que es en la que fui bautizado y educado. Iglesia, como otras muchas, alejada totalmente de los evangelios, y responsable de guerras, genocidios y toda clase de crímenes contra el ser humano. Mas preocupada por la acumulación de riquezas y el mantenimiento de su estatus de poder, que por difundir el verdadero mensaje del evangelio.

La Iglesia Católica acumula bienes materiales y riquezas de todo tipo, amparada en argumentos como el agradecimiento a los favores divinos, tratando a dios como a un político más, dispuesto a todo tipo de corrupción a cambio del correspondiente maletín. No he encontrado en qué parte del evangelio dios pide que se le construyan palacios, y menos a sus papas, obispos y demás “mandamases” de la iglesia. Podría tacharse de demagogia decir que con las riquezas del Vaticano se solucionarían las miserias del mundo, pero sí que se solucionarían muchas de las injusticias que azotan a los hombres. Con todo, esto no es lo más importante. Lo importante, lo fundamental, es el ejemplo que se da. Los santos Papas y santísimos Obispos viviendo en palacios, celebrando suntuosas misas rodeados de riquezas en grandiosos templos, están promoviendo la exaltación de la riqueza como algo deseable. Si dios, que todo lo puede, necesita de grandes templos y riquezas para que su palabra sea transmitida, más las necesitaremos nosotros, pobres mortales sujetos a todo tipo de contingencias materiales.

Esta iglesia no se podría encontrar más lejos de lo que se encuentra de las enseñanzas de los llamados “padres de la iglesia”, que condenaron la propiedad privada como un robo. Ni más alejada de los primeros cristianos que renunciaron a todo tipo de violencia, incluso para salvar sus vidas, mientras la actual iglesia comulga con las fuentes fundamentales de la violencia como son la propiedad y el estado.

Una Iglesia que por un lado glorifica y santifica a los mártires cristianos muertos y torturados por defender sus creencias, mientras que por otro lado bendice y recibe en lugar preferente a genocidas y torturadores como Adolf Hitler, Francisco Franco, o Augusto Pinochet, por solo mencionar algunos de los más destacados, con tal de compartir con ellos el poder e imponer la fe católica, del mismo modo que la antigua Roma intentaba imponer el culto a sus dioses. Es tradición para la Iglesia Católica este intercambio de favores y apoyo mutuo con las tiranías de ideología fascista.

Iglesia que para hacer olvidar sus crímenes, pasados y presentes, apela a la sensibilidad de la gente, aprovechando fiestas como la navidad (de origen pagano y suplantada por el rito cristiano mucho más reciente en el tiempo), o sube a los altares a elementos como el Papa Juan Pablo II. Tan santo que en el mítico “Juicio Final” será condenado con base en: “Entonces dirá también a los de la izquierda: 'Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y....” Mateo cap. 25, 31-46. Quien quiera que redactara este párrafo de los evangelios, enumerando actuaciones inmorales de un ser humano contra otro, no pudo imaginar que dentro de estos crímenes se encontraría, algo tan repugnante como privar de la salud a niños desde antes incluso de su nacimiento. Ni siquiera los fanáticos de la sharia lapidan a una mujer embarazada. En la condena de Juan Pablo II constará además de lo anterior, algo así “... pude tener una vida sana y me enfermaste mortalmente antes de nacer”. Con su prohibición del uso del preservativo, Juan Pablo II puede encontrase entre los mayores responsables de muertes de niños de toda la historia de la humanidad.

Soy ateo, como ya sabes por mis anteriores cartas, y nunca le he dado importancia al hecho de figurar en los registros de la iglesia como un católico más. Desde que te escribo, y más desde esta navidad, soy más consiente de la inmoralidad que supone, para mí, formar parte de la iglesia católica, aunque solo sea a efectos estadísticos. Mi propósito, querido cristiano, para este año es desligarme totalmente de tal institución responsable de guerras y de todo tipo de crímenes.

Querido amigo cristiano, en 2.011 mi meta es APOSTATAR de la iglesia católica.

No voy a pedirte que apostates tú también, pero sí que seas consiente de lo contrarias que son a los evangelios en los que tú crees, las iglesias cristianas y sus curias.

Como siempre, me despido de ti esperando tus reflexiones, un cordial saludo.

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